Este mes se cumple un siglo desde que la Mona Lisa
volvió a su hogar en el Museo del Louvre en París, luego de estar ausente
durante dos años. El robo de esta obra maestra solidificó su estatus como la
más famosa del mundo.
El hombre que se la robó, Vincenzo Peruggia, no es
el tipo de criminal ingenioso que aparece en tantas películas de Hollywood.
Logró entrar al Louvre y salir con la pintura de
Leonardo da Vinci con el mínimo de preparación. Pero su robo causó sensación y
creó un ícono.
Ocurrió un lunes, el 21 de agosto de 1911, un día en el que el museo estaba cerrado.
No fue sino hasta el martes que notaron el hurto.
La policía empezó la investigación y el centro permaneció cerrado durante una
semana en medio del escándalo.
"La Joconde" -como le llaman los
franceses a la Mona Lisa- desapareció por más de dos años. Fue recuperada el 10
de diciembre de 1913, cuando Peruggia fue atrapado luego de que le entregara la
pintura a Alfredo Geri, un anticuario de Florencia.
"Era el robo de propiedad más famoso en
tiempos de paz", señala Noah Charmey, autor de "Los robos de la Mona
Lisa".
Una representación del robo muestra a Peruggia metiéndose el lienzo bajo el abrigo. |
Celebridad
Es fácil asumir que el caso causó tal sensación
porque la Mona Lisa era "la pintura más famosa del mundo". Pero no lo
era. Lo que realmente la catapultó a la fama fue el robo.
Fue el primer delito contra la propiedad en recibir
la atención de los medios internacionales, anota Charney en conversación con la
BBC.
El primer ingrediente de su amplificada fama fue la
cantidad de cobertura que se le dio durante el tiempo que estuvo perdida,
señala Simon Kuper, del diario británico Financial Times, quien ha escrito
sobre el tema.
Antes de eso, mucha gente no la había visto.
Gracias a eso, pasó a ser un ícono popular.
"Aparecía en noticieros cinematográficos,
cajas de chocolate, postales y vallas. De repente se transformó en una celebridad
al estilo de estrellas de cine y cantantes", escribió Darian Leader, autor
de "Robando la Mona Lisa: lo que el arte no nos permite ver".
Sin pistas
La policía no pudo hacer nada. La Mona Lisa
sencillamente reapareció dos años después en Florencia.
Notablemente, multitudes acudían al Louvre sólo a
ver el espacio vacío donde el pequeño retrato de esa mujer del siglo XVI solía
estar.
Desde antes, el Louvre tenía muchas obras
destacadas, como la Venus de Milo, Libertad guiando al pueblo, de Delacroix, y
La balsa de Medusa, de Gericault. Pero tras el robo, la Mona Lisa fue la
depositaria de un tipo de fama único.
El hurto se tornó en asunto de Estado y despertó
grandes pasiones en Francia. Pero una vez los diarios franceses describieron
las circunstancias del robo, no tenían nada más que decir. Entonces se
inventaron historias, como que Leonardo se había enamorado de La Joconde y
otros cuentos similares, dice Jerome Coignard, autor de "Una mujer
desaparece".
La policía siguió muchas pistas sin éxito. Al poeta
Guillaume Apollinaire lo metieron a la cárcel por una semana y su amigo pintor
Pablo Picasso fue uno de los sospechosos. Ambos eran inocentes.
No tan difícil
El acto aparentemente espectacular del ladrón no
había requerido, de hecho, ningún plan grandioso o audaz.
El museo tenía un sistema de seguridad dudoso y
pocos guardias. De hecho, el trabajo que se hacía para mejorar la mala
seguridad fue lo que inspiró a Peruggia.
El inmigrante italiano había trabajado en el Louvre
en 1910 y había instalado la puerta de vidrio que protegía la obra maestra.
Tenía el uniforme blanco que los empleados del museo vestían y sabía cómo
estaba fijada la pintura en el marco.
"Todo eso se juntó cuando tuvo una
oportunidad", dice Charney.
"No tuvo que planear mucho, no había nada
tremendamente difícil, tuvo suerte", señala Kuper. "No era un
delincuente genial".
Motivo desconocido
Tras su captura, Peruggia trató de alegar que su
motivación era patriótica, diciendo que pensó que Napoleón había robado la
pintura de Italia y que su misión era regresarla a casa. Estaba equivocado. La
pintura había sido comprada por Francisco I de Francia en el siglo XVI, y por
una suma considerable.
Como inmigrante italiano, Peruggia también
argumentó que había sido víctima de racismo de parte de sus colegas franceses.
Pero había hecho una lista de coleccionistas de
arte estadounidenses, lo que indicaba más bien que estaba planeando venderla,
comenta Charney.
Y hay otra hipótesis más imaginativa, dice
Coignard. En un artículo titulado "La confesión de Peruggia",
publicado en 1915 en un diario francés, decía que Peruggia podría haber sido manipulado
por un alemán.
Como éstas, hay varias teorías sobre los motivos de
Peruggia. "La verdad es que no tenemos ni idea. Sigue siendo un
misterio", señala Coignard.
Peruggia no era un conocedor de arte, ni un ladrón
especializado, indica Kuper. Escogió la Mona Lisa en parte porque era tan
pequeña (mide 53cm x 77cm).
"Peruggia había pensado primero en robarse una
pintura de Mantegna, otro pintor italiano, pero se decidió por la Mona Lisa
porque alguien le dijo que era la pintura más espectacular del Louvre",
asegura Coignard.
El hecho de que mantuvo a la Mona Lisa escondida en
su pequeño apartamento en París parece indicar que era un hombre ordinario
abrumado por lo que había hecho.
Todos felices
Desde entonces, gente de todas partes del mundo va
a ver la Mona Lisa en el Louvre pero, según Coignard, este pequeño e íntimo
retrato requiere de calma y tiempo para ser realmente apreciado.
Es por ello que pocos realmente "ven" la
pintura; lo que importa es estar ahí y poder decir que la han visto, opina el
escritor francés.
Y Kuper concuerda. "La Mona Lisa se ha
convertido en una de las maravillas del mundo. Pero la idea ha remplazado a su
belleza. La gente responde al mito, y el mito se creó en parte gracias al
robo".
A pesar de que el mito surgió de ahí, la opinión
pública rápidamente lo olvidó después de que el ladrón fue atrapado.
"La gente lo consideraba como un tipo
estrafalario y adorable que se enamoró de una obra de arte y que no la
dañó", señala Charney.
Peruggia fue condenado a un año y 15 días de
cárcel, que luego se redujeron a siete meses y nueve días.
"La Primera Guerra Mundial estaba empezando.
Fue olvidado rápidamente", dice Kuper.
"Es una historia feliz pues todo terminó bien.
La pintura fue entregada, justo antes de que empezara la guerra. Es la última
historia feliz en 30 años de guerra".
Por:
Olivia Sorrel-Dejerin
BBC World
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