Las pinturas que decoran los taludes, tableros, molduras y cornisas del Edificio I, constituyen los murales más completos que se conservan in situ dentro del sitio
Con el apoyo de personas de las comunidades cercanas, un equipo de la CNCPC dio realce a los personajes que estaban siendo envueltos por escamas de sales
Las detalladas y minúsculas pinturas que decoran los taludes, tableros, molduras y cornisas del Edificio I de El Tajín, las cuales constituyen los murales más completos que se conservan in situ dentro de esta zona arqueológica, han sido estabilizadas y conservadas para la posteridad, luego de cuatro años de trabajos intensivos por parte de especialistas del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
Con el apoyo de mujeres y hombres de las comunidades cercanas que fueron capacitados en estas tareas de preservación, un equipo de la Coordinación Nacional de Conservación del Patrimonio Cultural (CNCPC) logró dar realce a los personajes humanos y zoomorfos fantásticos que estaban siendo envueltos por escamas de sales.
Estas
escamas, producto de la humedad contenida en el edificio, constituían un
peligro para las milenarias figuras, explica Dulce María Grimaldi, responsable
del proyecto de conservación. Debido a que las imágenes más grandes no
sobrepasan los 30 centímetros, el empuje de las sales podía ocasionar la
pérdida de buena parte de ellas.
“Por una
escama se pierde gran parte del dato visual y los faltantes pueden corresponder
a elementos importantes como son los ojos de volutas, colmillos, penachos y
caudas emplumadas que lucen algunos de los personajes”, detalla la restauradora
perito. De ahí que ahora una parte sustancial del proyecto es el registro
minucioso, fotográfico y de dibujo, de cada uno de los seres que aparecen en
estas escenas.
La pintura
mural del Edificio I tiene más de mil años de antigüedad, pues fue entre 900 y
1100 d.C., cuando se construyeron las estructuras arquitectónicas del complejo
conocido como Tajín Chico, al cual corresponde esta edificación. Los pisos
bruñidos del Edificio I y la exquisitez de los murales, reflejan el alto
estatus de quienes habitaron sus espacios.
Previo a
las labores de conservación en las pinturas adosadas a los muros, en 2007 se
realizó un diagnóstico de su estado, el cual arrojó la fuerte presencia de
sales producto de la humedad, por este motivo el proyecto contempló trabajos de
conducción de agua que estuvieron a cargo del restaurador Benjamin Jean-Marc
Blaisot.
“El
edificio I se ubica en una área elevada de la antigua ciudad, Tajín Chico,
donde se recupera el agua que baja de los cerros aledaños hacia los arroyos que
hay más abajo. Esta circunstancia, sumada a la composición de la piedra y el
uso del cemento en intervenciones anteriores, favoreció la migración de las
sales y la aparición de manchas de humedad”.
“La
propuesta fue no intervenir el edificio, sino su entorno. Proyectamos una
conducción superficial (a base de pisos de lajas en pendiente) para desviar las
corrientes de agua, de este modo evitamos frentes de absorción, que generan a
su vez frentes de evaporación en los acabados arquitectónicos”, precisó el
experto.
La
aparición de sales de carbonato de calcio en escaleras y cornisas,
principalmente, también era propiciada por el mal estado de la cubierta que fue
colocada en los años 90 durante los trabajos de exploración del arqueólogo
Juergen K. Brueggemann. Hace cinco años esta palapa fue sustituida por otra.
Una vez
controlada esta problemática de fondo, continúa la restauradora Dulce María
Grimaldi, que pudo atenderse la pintura mural que abarca de manera aproximada
50 m2, distribuidos en la cara norte y dos áreas de la fachada sur.
Las
figuras —la mayor parte de ellas no mayores a los 10 centímetros de largo—, se
ordenan conforme la división de los elementos arquitectónicos. Incluso, el
color de fondo donde se realizaron es diferencial: verde en la cornisa, rosa en
la moldura y rojo en el fondo del tablero, estos colores también se alternan al
interior de los nichos.
En algunos
casos delineados con pinceles del grosor de un cabello y distribuidos en
cuadretes cruciformes, se perciben cuadrúpedos descarnados y ataviados con
capas y joyas. También se observan personajes humanos con máscaras de ojo de
volutas y una especie de lengua bífida de color azul, traen penacho y
ornamentos como orejeras de concha. En cornisas y molduras destaca el glifo
ollin, importante en la iconografía del sitio.
La
intervención comenzó en 2008 con la protección de los pisos y los acabados
arquitectónicos para el cambio de la palapa, usando cajones de madera hechos a
medida y la palma restante de la cubierta. A finales del año siguiente y hasta
2012, se hizo el trabajo fuerte de conservación, consistente en la eliminación
de sales y el fijado de escamas.
Al mismo
tiempo se llevaron a cabo consolidaciones en muros agrietados y con
abombamientos; en algunos casos fueron retirados polímeros sintéticos aplicados
a mediados de los años 90, y también se limpiaron, resanaron y consolidaron
pisos que servían de madriguera a insectos y arácnidos.
Para la
especialista Dulce María Grimaldi, otro de los aciertos de la intervención fue
el aplicar resanes a bajo nivel, casi a superficie de la capa pictórica,
evitando que estos animales hagan de nuevo su nido en pisos y muros. Estos
resanes también impiden la generación de
juegos de luces y sombras que entorpecen la lectura de los motivos
representados en los murales.
De acuerdo
con ella, con estas tareas de conservación que buscaron solucionar la
problemática de fondo, “no será necesario efectuar de nuevo una intervención
intensiva de las mismas. Con un trabajo periódico de mantenimiento, como lo
prevé el plan de manejo de El Tajín, se puede asegurar la preservación de la
pintura mural del Edificio I a largo plazo, estamos hablando de diez años en
adelante”.
Posteriormente
—concluyó—, se podría integrar algún tipo de infraestructura o recursos
gráficos, que faciliten su apreciación por parte del visitante.
Fuente: INAH