México, 14 Abr (Notimex).- Imparable y siempre incansable, el artista alemán Max Ernst (1891-1976) logró expresar su particular manera de interpretar el mundo y su entorno, fue un hombre que dio un salto exitoso entre siglos y un artista cuyo mayor mérito fue crear a partir del caos.
Así lo aseguró la historiadora por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Laura Martínez Terrazas, durante la charla que ofreció en el Museo de Tamayo Arte Contemporáneo, a propósito del 125 natalicio del artista alemán.
La también coordinadora de la colección Ortiz Monasterio Riestra hizo un repaso cronológico de quien fuera considerado una figura fundamental tanto en el movimiento dada y el surrealismo.
Martínez Terrazas abordó diferentes aspectos de la vida de Ernst, desde sus inicios como artista en 1919, sus experiencias pictóricas, su carrera fructífera en Estados Unidos, su amistad con la también pintora Leonora Carrington y su muerte en París, Francia, a tan solo un día de cumplir 85 años de edad.
Destacó que Ernst se caracterizó por ser un experimentador infatigable, alcanzado una extraordinaria diversidad de técnicas, estilos y materiales, fue un artista que buscaba en todas sus obras los medios ideales para expresar, en dos o tres dimensiones, el mundo extradimensional de los sueños y de la imaginación.
Dijo que la poética representación del mundo para Ernst, operó a través de diferentes momentos definitorios en su fortuna crítica, a través de la historia del arte moderno.
La ponente aseguró que las combinaciones, texturas, experimentaciones materiales y técnicas que exploró a través de los años, dieron cuenta de su búsqueda por su identidad y la resignificación de su lugar en el mundo, así como del sentido de su existencia por los recintos en lo que trabajó.
La técnica empleada en cada etapa de su producción permitió conocer su devenir artístico, “parte de una generación enfrentada con la producción industrial y las guerras mundiales”.
“Su proceso compositivo es prueba de que el artista pasó por diferentes periodos y experiencias vitales que le permitieron desarrollar las técnicas más famosas del surrealismo, a partir de la experimentación y la perfección en la práctica artística”, apuntó.
Durante la charla, la ponente proyectó algunas de las obras que el artista alemán realizó en diferentes momentos de su vida, entre ellas, “The Elephant Celebes” (1921), “Loplop presenta una flor o Figura antropomórfica y flor concha” (1930) y “Ciudad entera” (1976), por mencionar algunas.
La obra de Max Ernst tuvo gran influencia en multitud de artistas, entre ellos, el historietista español Josep María Beà, quien durante su estancia en París en los años 60 se dejó subyugar por obras como “Une Semaine de bonté”, la cual le contagia la necesidad de usar el collage con grabados extraídos de revistas del siglo XIX.