sábado, 23 de abril de 2016

"Anónimo", ¿El verdadero Shakespare?

Un debate que ya lleva siglos de controversia cuestiona la autoría de las obras de William Shakespeare. ¿Por qué se duda de la identidad del autor de algunas de las mayores obras maestras de la literatura universal? ¿Quiénes son los supuestos verdaderos autores de sus obras? Un recorrido por las teorías que afirman que Shakespeare no fue escrito por W. Shakespeare.

¡Alas! Nos han engañado: Shakespeare nunca fue Shakespeare. O, con mayor precisión, hay quienes afirman que Shakespeare nunca escribió las obras firmadas con el nombre de William Shakespeare, actor y dramaturgo nacido en Stratford-upon-Avon en 1564. Ante semejante afirmación, no queda sino la sospecha y, enseguida, seguir el hilo de las ya históricas y muy curiosas argumentaciones que esgrimen una misma desconfianza: ¿Cómo es posible que un tipo de extracción humilde (un commoner, que en inglés se refiere a alguien perteneciente a las masas populares, alguien que no es parte de la nobleza ni el clero), un actor cuyos manuscritos originales no han sobrevivido, haya podido concebir Hamlet, Macbeth, Othello y demás obras maestras de la dramaturgia inglesa y la literatura universal?

La discusión se ha prolongado por siglos –literal y literariamente– y Anonymous –la más reciente película de Roland Emmerich, también director de Independence Day– desempolva de los cajones del pasado isabelino. Entre la multitud de candidatos a verdadero autor de las obras de Shakespeare (Francis Bacon, Christopher Marlowe, William Stanley, Ben Johnson y hasta la Reina Isabel I…) la película se decide por Edward de Vere, decimoséptimo Conde de Oxford. Sin embargo, cabe recordar que por más de dos siglos luego de la muerte de Shakespeare, la autoría de sus obras se suponía incuestionable. Esto se mantuvo así hasta que el reverendo James Wilmot (quien al intentar escribir una biografía de Shakespeare no pudo encontrar ningún manuscrito original en Stratford) expresó sus dudas a un amigo cuáquero quien, a su vez, se la expuso a la Sociedad Filosófica de Ipswich en 1805. 

En 1857 Delia Bacon publicó The Philosophy of the Plays of Shakespeare Unfolded. Además de tachar al bardo de “estúpido, ignorante, actor de tercera”, Bacon escribe que las obras de Shakespeare debieron haber sido creadas por una sociedad secreta de figuras literarias con Sir Walter Raleigh como cabeza y Sir Francis Bacon como guía. De hecho, estaba tan convencida de que las cartas de Bacon contenían secretos cifrados que se atrevió a pasar una noche entera en la tumba de Shakespeare para desenterrar las respuestas que buscaba. Sin embargo, se vio enfrentada a la falta de solidez de su propia evidencia y perdió la valentía suficiente como para ponerse a cavar. Dato curioso (o no tanto): Delia Bacon murió demente a la edad de 48 años.


Delia Bacon fue quien abrió el camino para muchos otros “Baconianos”. Ignatius T. Donnelly, por ejemplo, tras haber intentado probar que los egipcios y los aztecas provenían de una misma raza proveniente de la Atlántida, se hizo de un volumen de las obras completas de Shakespeare para, a través de fórmulas matemáticas, descifrar mensajes ocultos en el texto. Cuando el producto no resultó en más que palabrería, Donnelly modificó las reglas (con la consecuente burla de los criptógrafos) al punto de que, dada la cantidad de palabras en la obra de Shakespeare, casi cualquier mensaje podía ser obtenido o, mejor dicho, producido con su método. 

Otros “Baconianos” siguieron esta tradición del desciframiento disparatado. Orville Ward Owen, un médico de Detroit, dedicó buena parte de su tiempo en su supuestamente mejorado método de desciframiento. Una de los mensajes secretos que obtuvo lo llevó a fabricar una gran rueda en la cual montó las páginas de Shakespeare, Bacon y otros autores. Owen, o algún miembro de su equipo compuesto de tres mujeres, operaba la máquina usando palabras claves para buscarlas en la rueda y dictar los resultados a un copista. El médico Owen llegó a publicar cinco de los seis volúmenes de su Sir Francis Bacon’s Cipher Story. Más tarde aseguró haber recibido mensajes del mismísimo fantasma de Bacon.

Elizabeth Wells Gallup, la secretaria de Owen, creó también su propio método para revelar los mensajes que creía ocultos en cartas y textos de Francis Bacon. Mediante grupos de cinco caracteres diferenciados por su tipo de letra (es decir, por su forma de impresión: romana, cursiva, etc.) Gallup extraía los supuestos mensajes encriptados. Su método fue detenidamente estudiado por dos expertos en códigos de los Estados Unidos quienes desbarataron sus argumentos: los tipos de letra isabelinos tenían muchas imperfecciones y con frecuencia se mezclaban de manera indiscriminada.

Aunque no existan evidencias de que Bacon haya escrito obras de teatro, hubo muchos partidarios de la teoría de Bacon como verdadero autor de las obras de Shakespeare. Esta convicción, sin embargo, fue seguida por una nueva, la de Christopher Marlowe (1564-1593), el más grande dramaturgo isabelino anterior a Shakespeare. El hecho de que Marlowe haya sido asesinado en medio de una pelea en una taberna antes de que la mayoría de las obras del bardo de Stratford-upon-Avon hayan sido escritas, no frenó a los partidarios de esta teoría. Un agente de prensa de Broadway, Calvin Hoffman, se encargó de explicar el porqué del encubrimiento de la autoría de Marlowe. Hoffman argumentaba que la muerte de Marlowe había sido una farsa, una escenificación que se produjo al matar a un marinero extranjero mientras Marlowe huía a Italia en donde empezó a escribir obras de teatro antes de volver a Inglaterra disfrazado. En teoría, todo había sido planeado por su aristocrático amante homosexual quien contrató a un actor, Will Shakespeare, para que permitiera el uso de su nombre en el manuscrito.

Sin embargo, el actual favorito de los anti-Stratfordianos (así llaman a quienes cuestionan la autoría de Shakespeare) es el decimoséptimo Conde de Oxford, Edward de Vere. En 1920, un maestro de escuela con el curioso nombre de J. Thomas Looney (sí, como los Looney Tunes) publicó Shakespeare Identified. El texto argumenta que Edward de Vere (1550-1604) es el real autor de los poemas y obras de teatro que llevan el nombre de Shakespeare. Esta teoría ganó muchos seguidores, se sostenía a de Vere como real autor aunque haya muerto antes de que Antonio y Cleopatra, Rey Lear, Macbeth y otras obras hayan sido llevadas a escena. Ellos aseguran que Rey Lear y Macbeth están mal fechados y que las otras piezas, al haber sido dejadas inconclusas, fueron terminadas por escritores inferiores.

Uno de los argumentos centrales de los “Oxfordianos” es el apellido compuesto de Shakespeare. Un partidario de esta teoría, Charles Ogborn Jr., escribió en 2009 que los nombres ingleses compuestos de dos palabras que no sean en sí mismas nombres y que describan una acción deben ser considerados ficticios y que deben ser entendidos desde una perspectiva alegórica. El argumento resulta absurdo pues la forma con la cual conocemos el apellido del escritor no es la misma que se emplea en todas las versiones impresas de su obra. De hecho, la escritura fonética era usual en ese entonces. Se usaron versiones tan distintas del nombre como: Will, Willm, William, Willelmum, Shakspere, Shackspere, Shaxpere, Shagspere, Shake-speare y Shakespeare.De la misma manera, se emplearon once versiones del nombre de Christopher Marlowe.

Los anti-Stratfordianos atacan la autoría de Shakespeare pero no aceptan ninguna crítica referida a sus candidatos. Su mecanismo de investigación y argumentación se basa en un mecanismo viciado pues inician por la respuesta y trabajan hacia atrás en busca de las evidencias. En efecto, no existen pruebas contundentes de que las obras firmadas por un tal “Shakespeare” no hayan sido escritas por William Shakespeare. Se trata de una figura histórica nacida en Stratford en 1564 el 26 de abril: “Gulielmus filius Johannes Shakspere” que, traducido del latín, significa: “William, hijo de Shakspere”. El que no exista un registro de Shakespeare como estudiante no quiere decir mucho; antes del siglo XIX este tipo de registro era infrecuente. Una licencia de matrimonio fue expedida el 27 de noviembre de 1582 a nombre de “Willelmum Shaxpere et Annam Whateley de Temple Grafton”, el nombre de la esposa –aparentemente mal copiado por el sacerdote– fue corregido al día siguiente: “Anne Hathaway” casada con “William Shagspere”. Existen además escritos de contemporáneos suyos como Robert Green que alaban su talento literario y que dan cuenta de la vida de una persona real.

William Shakespeare murió en 1616. En 1623 el famoso primer folio de sus obras fue publicado; había sido reunido por sus colegas actores John Heminges y Henry Condell. La riqueza del trabajo era tan impresionante que muchos creyeron que debía tratarse del trabajo de un aristócrata. ¿Cómo fue que adquirió los conocimientos innumerables que impregnan su obra? El geniode Shakespeare fue desarrollado a través del estudio escolar en el cual seguramente aprendió latín y griego, además de la posterior residencia del autor en Londres, la capital intelectual de Gran Bretaña, donde, no cabe duda, leyó abundantemente. Además, al tratarse del actor y socio de una compañía de teatro, debió haberse codeado con muchos dramaturgos, poetas, académicos, viajeros y nobles que deben haber alimentado su saber y visión del mundo. De todas formas, Shakespeare también erró de vez en cuando: le puso a Bohemia una costa, por ejemplo, y dotó de relojes a la antigua Roma.

Los “Oxfordianos” se asombran de que no existan manuscritos, cartas o diarios de la mano de Shakespeare. Sin embargo, ese tipo de textos en esa época no eran considerados de valor y no eran guardados pues los autógrafos literarios y el coleccionismo no se convirtieron en algo importante hasta finales del siglo XVIII. De todos modos, la obsesión anti-Stratfordiana no deja de ser una curiosidad y casi un divertimento más entorno al infinito universo suscitado por la obra de William Shakespeare.