INAH, 13 de junio, 2016. Dos esculturas de madera, una de Jesús Crucificado y la otra de San Francisco, procedentes de dos comunidades del Estado de México, guardaban en su interior documentos de más de dos siglos de antigüedad que revelan parte de su historia. Esas huellas del pasado fueron descubiertas por especialistas del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) durante los procesos de restauración que se realizan en ambas tallas.
La representación de Cristo forma parte del discurso iconográfico del retablo principal de una iglesia de Tenancingo, y tenía en el interior de la cabeza una botella de vidrio con papeles en los que consta que fue hecha en 1776 y modificada en 1905.
Fue elaborada con madera de pino ayacahuite (1.70 m de alto por 1.40 m de ancho), tiene costillas y dientes que fueron hechos con hueso tallado, ojos de vidrio y pestañas de fibra natural.
La escultura de San Francisco, perteneciente a la comunidad de Juchitepec, data de la primera mitad del siglo XVII, según se determinó a partir de pedazos de papeles empleados para formar la cabeza, entre ellos una bula papal.
El documento pontificio corresponde al primer cuarto del siglo XVII, de acuerdo con el sello del papa Paulo V, que quedó expuesto entre los materiales que forman la estructura de la cabeza del santo: papel amate y europeo, cuerdas, pasta de caña de maíz y madera de colorín. El papel amate era un códice tributario que sirvió como recibo de los bienes entregados.
La intervención de las obras se realiza en la Escuela Nacional de Conservación, Restauración y Museografía (ENCRyM), con la participación de alumnos del cuarto semestre del Seminario Taller de Pintura Policromada, coordinado por la restauradora Fanny Unikel Santoncini.
La experta refirió que en sus más de dos décadas de trabajo, es la primera vez que encuentra una botella de vidrio dentro de una escultura policromada, en otras ocasiones sólo se han hallado papeles.
La escultura del Jesús Crucificado fue modificada en 1905 por Manuel Silva, según los documentos que se encontraron en su interior. “Este personaje fue quien colocó la botella con una impresión de la Virgen Dolorosa, una oración y un texto que da fe de que en el pecho del Cristo halló dos papeles, uno con una oración, y otro con un listado de nombres que pudieron ser los cofrades que la mandaron tallar en 1776”.
Los documentos restaurados serán colocados nuevamente en la botella, y ésta dentro de la cabeza del Cristo, junto con un nuevo escrito en el que los integrantes del seminario taller refieren sobre la intervención realizada en la ENCRyM, en 2016. En el texto también se señala que la información adicional sobre la restauración de la pieza se encuentra en las copias del informe que se entregarán a la comunidad y a la biblioteca de la institución educativa.
El también llamado Cristo del Calvario presentaba deformaciones, grietas y pérdida de policromía, por lo que se trabajó de forma paralela en su proceso de fijado y en su limpieza. Una vez concluida esta etapa se estabilizaron las grietas y se corrigieron las deformaciones internas, producto de una filtración de agua que durante años le afectó.
Posteriormente, se atenderá la parte estética con la aplicación de resanes y la reintegración cromática.
La escultura de San Francisco (1.44 m de altura por 0.56 m de ancho) fue hecha a partir de la mezcla de distintas manufacturas: el cuerpo es una talla en madera y la cabeza —que estaba desprendida— tiene la técnica de escultura ligera.
La obra presentaba deterioros debido a la humedad y por una caída que le ocasionó daños en un brazo, la cabeza y la nariz, además de un repinte que afectaba toda la policromía. La pieza fue fumigada, se le eliminó la suciedad, se retiraron repintes y se estabilizó la policromía; en breve se le unirá la cabeza.
Los documentos encontrados al interior de la talla San Francisco también permanecerán dentro de ésta, porque forman parte de la estructura de su cabeza, indicó Fanny Unikel.
En el seminario también se restauró la escultura del Divino Preso, del siglo XVII (1.33 m de alto por 0.53 m de ancho), también de la comunidad de Juchitepec. Es una representación poco frecuente de Jesús preso.
La iconografía de la talla se basa en las visiones místicas de sor María de Jesús de Ágreda (1602-1665), que describe a detalle las penurias que vivió el Mesías en el calabozo de Caifás.
Paula Mues, historiadora del arte y asesora del seminario, indicó que la visión de sor María se volvió común en la Nueva España, al grado que se realizaron muchos grabados en los que se presentaba a Jesús sangrante con las manos atrás y encadenado. Son escasas las esculturas que se conocen con estas características, de ahí la importancia de preservarla.
La talla en madera de pino, policromada, con hojas de oro y plata con corladuras y motivos florales de clavellinas, sufrió varios daños al estar en contacto con la humedad, los cuales ya son atendidos.
Se le realizó una limpieza mecánica y físico-química, se fijaron escamas y, actualmente, se trabaja en consolidar la madera que se debilitó por un ataque de insectos, también se le hará una nueva base, se restituirá un pie y los dedos de las manos.