México, 29 de diciembre, 2016 (Notimex). De procedencia prehispánica sólo se conocen en el mundo siete objetos de arte plumario, pero recientemente fue localizado uno en el Museo de Quai Branly, el cual fue clasificado como el Penacho de Cuauhtémoc, y que por varias razones es único en su tipo.
Así lo describió Miguel Gleason, mexicano que se ha dado a la tarea de localizar objetos de valor histórico y/o artístico en Europa —tarea que en el futuro piensa realizar en Estados Unidos y Canadá—, de la cual ha publicado dos libros y que por primera vez lo da a conocer a México.
En entrevista con Notimex, primera que ofreció en México sobre el tema, el autor de los libros “México en Europa” y “México insólito en Europa”, afirmó que esta pieza es “muy impresionante y bonita” y sobre todo la “más importante, más insólita y más desconocida” de las que hay en el Viejo Continente.
Aclaró que tiene dudas de que sea en realidad el penacho de Cuauhtémoc, pero independiente de ello guarda ya gran relevancia porque se trata de un objeto de arte plumario de procedencia prehispánica, de los cuales a la fecha sólo se conocen siete, y de ellos sólo dos se encuentran en México, los otros están en Europa, entonces sería el octavo en su tipo.
De esos objetos en el Viejo Continente, precisó, uno es el Penacho de Moctezuma, un chimalli (escudo) y un abanico, que se halla en el Museo de Etnología de Viena, Austria, y dos escudos más de estas características están en Stuttgart, Alemania.
Sobre los objetos de arte plumario hechos por las civilizaciones antiguas que se hallan en México, uno es un chimalli que también estaba en Europa pero que regresó al país cuando Maximiliano de Habsburgo fue emperador mexicano y que actualmente se encuentra en el Castillo de Chapultepec.
El caso del llamado Penacho de Cuauhtémoc es parecido al anterior, pues se hallaba en Europa y Maximiliano lo trajo a México, pero cuando el emperador fue fusilado en el Cerro de las Campanas el objeto se perdió y años después fue vendido por un indígena a un coleccionista francés, y entonces viajó al país galo.
Se trata de Eugene Boban, quien lo registró así: ”Objeto que le perteneció al último emperador de México Cuauhtemoctzin, ofrecido a Maximiliano por el emperador de Austria para el Museo Nacional de México”.
Mientras que Ernest Hamy, precursor y fundador del primer Museo de Etnografía de París, y quien se hizo del penacho a través de Boban y de Alphonse Pinart, otro coleccionista y expedicionista, reconoció a la pieza como un penacho y apuntó que perteneció “a la víctima de Cortés, Guatimozin”, continuó.
Gleason dijo que gracias a los conocimientos que ha adquirido tiene sus dudas sobre que sea un penacho y adelantó que tiene una cita con las autoridades del Instituto Nacional de Antropología e Historia para exponerles este caso y buscar que se lleve a cabo un estudio científico del mismo.
Al INAH llevará una serie de fotografías y un video que realizó al objeto de arte plumario cuando lo vio y pudo conocerlo con cierto detenimiento en el Museo de Quai Branly, el cual sustituyó al de Etnografía de París, y que incluso alcanzó a registrar sólo con una fotografía en su libro “México insólito en Europa”.
Al respecto, dijo que cuando lo vio por primera en el Quai Branly quedó sorprendido porque era muy distinto a como se lo había imaginado, pues lo esperaba de la talla, el tamaño de un sombrero y no es así, es mucho más pequeño, de apenas 28 centímetros totalmente extendido.
Su estructura central, un círculo, es de ocho centímetros y medio con una doble cruz de madera en el centro que le da fuerza para resistir todo el peso. Excepto ésta, toda la pieza es de arte plumario, plumas de aves que no se tienen identificadas y que están entretejidas para formar flores incluso con sus pistilos, destacó.
Se trata de alrededor de 200 flores de diferentes colores y de un objeto también pequeño, al parecer un ave, quizás un colibrí, que caen de toda el área de la estructura central y que tienen movimiento independiente hacia arriba y hacia abajo para alcanzar la extensión mencionada.
Cada una de estas flores está hecha de tejido de ave, que en uno de sus extremos fue retirado el pelambre de la pluma para formar una argolla, que por el material natural del que está hecho es muy resistente y se pudo colgar de la estructura central del llamado Penacho de Cuauhtémoc y así ha resistido el paso del tiempo.
Para Gleason más que un penacho pudiera ser una parte de una estructura perteneciente a un tocado, objeto de ornamento que sólo podían usar personajes de alta jerarquía en el México prehispánico, como se pueden ver en algunos códices procedentes también de esa era.
En este caso sería una figura semicónica colocada en la parte más elevada del tocado que usaban los dignatarios.
Sin embargo, expuso, no se trata de un penacho –y eso se dilucidará en un estudio que pudieran hacer los expertos del INAH-, sino una decoración de un cetro, un objeto que también sólo podían portar los gobernantes del México prehispánico.
Entonces sería una pieza que se coloca en la parte superior del cetro o bastón de mando y que por la posición que ocupa todas las flores y el que parece ser un colibrí caerían. O también un estandarte, con las mismas características de la anterior y que por lo tanto se utilizaban solamente en actividades ceremoniales.
Puntualizó que se trata de un objeto al que a la fecha no se le ha hecho ningún estudio y esa es una de sus propuestas, que un grupo de expertos del INAH vaya a París para llevar a cabo su análisis, en el cual expresó su deseo de participar, en particular para tomar video y realizar un trabajo para televisión.
Desde su punto de vista, no se trata de un artículo que pudiera pedirse su devolución al país y del que consideró que tiene gran valor en Europa, pues como muchos más funciona como embajador del arte, la historia de México en el Viejo Continente.
Actualmente se encuentra en bodega, en reserva, pero con todas las condiciones de cuidado para asegurar su perfecta conservación, aseguró.
Explicó que tuvo contacto con él por primera vez en 2003, cuando trabajaba en su publicación “México en Europa”, entonces conoció una fotografía muy mala de la pieza y se le dijo que ya no existía, que se había desintegrado, pero para su segundo libro, “México insólito en Europa”, decidió localizarlo.
Entonces tampoco pudo verlo, pero sí localizarlo en el catálogo de piezas existentes del Museo de Quai Branly, y fue hasta fecha reciente que, después de agotar todos los procesos, pudo verlo y “tenerlo” en sus manos, y del que pronto hará una nueva publicación.
Subrayó que es la primera vez que presenta este caso en México, aunque ya lo hizo en mayo pasado en el Círculo Ameridiano, en Perugia, Italia, que se trata de un congreso de expertos sobre las culturas de América, al que fue invitado, y del que ahora pertenece a la Sociedad de Americanistas.
Miguel Gleason es presidente de la Asociación México en Europa, se ha dedicado a rastrear y registrar objetos de valor histórico y/o artístico en Europa, tarea de la que a la fecha posee alrededor de nueve mil cédulas que le han permitido la publicación de dos libros y material para muchos más. La entrevista la concedió en julio pasado.