miércoles, 25 de marzo de 2015

Cerámica del Templo Mayor refleja costumbres mexicas y novohispanas

- Más de 27 mil fragmentos de cerámica hallados por expertos del INAH en el predio del Mayorazgo de Nava Chávez revelan la vida cotidiana de las épocas prehispánica y colonial

- La investigación del material señala que las tradiciones alfareras indígenas se fueron adaptando a las costumbres españolas

Figurillas antropomorfas y zoomorfas, esculturas de barro, vasijas, malacates, sellos, sahumadores y braseros se funden con platos, platones, tazas, frascos y otros objetos de barro, mayólica o porcelana, que en conjunto suman 27 mil 236 tiestos, 10 piezas completas y 32 figurillas encontrados en el predio del Mayorazgo de Nava Chávez del Templo Mayor, que de ser un espacio ritual consagrado a las deidades mexicas, se volvió residencia de la naciente sociedad novohispana.

La colección reconstruye costumbres, tendencias de consumo, estrato socioeconómico y vida cotidiana, primero vinculado con actividades rituales de la sociedad mexica y posteriormente con labores características de la realidad colonial.

De este universo cerámico, 11 mil 167 piezas o fragmentos son prehispánicos; 15 mil 144, coloniales; 13 son del periodo independiente y 912 son indeterminados. Tras dos años de análisis de estos materiales, para las arqueólogas Camila Pascal García y Mirsa Islas Orozco, del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), es evidente el cambio del uso de este espacio situado justo frente al edificio principal del Recinto Sagrado de la antigua Tenochtitlan.

La transición del predio entre la vida indígena y la española es determinante en la estratigrafía, y la investigación del material cerámico señala una mezcla paulatina en la que tradiciones indígenas se fueron adaptando a las costumbres españolas, informaron.

Del conjunto de materiales encontrados 656 fragmentos y 10 piezas completas corresponden a ofrendas. Los materiales se analizaron y clasificaron usando el método tipológico, atendiendo el color, pasta, forma y acabado de superficie.

Durante la conferencia La cerámica de la Casa del Mayorazgo de Nava Chávez recuperada durante las excavaciones arqueológicas de la séptima temporada del Proyecto Templo Mayor (2007-2014), dictada en el marco de las XI Jornadas Permanentes de Arqueología, señalaron que la etapa constructiva más temprana del templo de la que se han recuperado materiales cerámicos es la IV (1440-1469 d.C.), la de máxima profundidad a la que han llegado las excavaciones: 4.50 metros desde el nivel de la calle.

Con Moctezuma llhuicamina o Moctezuma I, añadió Camila Pascal, el imperio mexica logró una gran expansión territorial. De esta etapa se hallaron al pie del edificio principal, entre otros elementos, 36 sahumadores en la ofrenda 130, utilizados para purificar lugares sagrados con las emanaciones aromáticas del copal.

La etapa constructiva VI (1486-1502 d.C.), del periodo de auge de Ahuízotl, es de las más ricas por los contextos explorados. De esta fase data la Ofrenda 120: una olla Tláloc con pigmento azul y líneas negras paralelas, cubierta con un cajete Rojo Texcoco, asociados a cuchillos de pedernal en color blanco y café. Contenía 195 cuentas de piedra verde y distintas especies de semilla, principalmente chía, calabaza, amaranto y epazote. Estos elementos se vinculan con el ámbito acuático y celeste propio de la deidad, dijo.

A esta etapa también pertenece la Ofrenda 149: dos braseros miniatura cubiertos de estuco que contenían una pequeña concentración de cenizas. Una de estas piezas está ahumada, lo cual refiere su uso en alguna actividad ritual.

En la Ofrenda 127 se recuperaron 169 tiestos del periodo Posclásico Tardío (1200-1521 d.C.), en su mayoría ollas usadas en ceremonias rituales. Asociada al monolito de Tlaltecuhtli, en la Ofrenda 126 se recuperó una olla que presenta restos de una capa de pigmento azul y rayas negras verticales que remiten a la deidad de la lluvia. Al interior se hallaron restos de pluma de una codorniz, una cuenta de piedra verde y fragmentos de copal, además de semillas de chía, epazote y calabaza, y restos de material carbonizado.

Entre los depósitos oblatorios destaca la Ofrenda 132 —etapa VII (1502-1520 d.C.), asociada a materiales de relleno constructivo: fragmentos de brasero y restos de escultura antropomorfa de gran dimensión que representa un pie con sandalia atada al dorso.

Tras la Conquista, no se sabe quién fue el primer propietario del solar, pero desde el último tercio del siglo XVI se estableció ahí Pedro de Nava, originario de España y canónigo de la Catedral de la Ciudad de México. “Los Nava representaban a la burocracia naciente en el ámbito civil y eclesiástico. A finales del siglo XVIII, el predio pasó a ser propiedad del Convento de Nuestra Señora de la Concepción”, refirió Mirsa Islas Orozco, y recordó que en 2006 fue hallado el monolito de Tlaltecuhtli, por lo que en marzo de 2007 comenzaron las exploraciones arqueológicas.

El mayor porcentaje de la colección de cerámica pertenece a la época de ocupación de los Nava (1570-1773), la cual ha sido fundamental para entender la continuidad y el cambio en las tradiciones tecnológicas en relación con el desarrollo social. “La cerámica novohispana no sólo satisfizo necesidades cotidianas, también fue elemento de identidad y de diferenciación social, y un referente de los procesos de producción y consumo”.

Los tiestos hallados en diversos rellenos constructivos evidencian la hibridación de tradiciones alfareras prehispánicas e hispanas por la vía de la emulación, la apropiación o adopción de saberes tecnológicos. Por ejemplo, la cerámica transicional tiene acabado de superficie irregular y mala calidad en cajetes y cazuelas, por la pérdida de conocimientos técnicos y disminución de alfareros debido a epidemias y reducción de costos de producción.

En cambio, la cerámica vidriada con óxido de plomo comenzó a manufacturarse poco después de la Conquista. Los indígenas aprendieron esta técnica española, que dio como resultado un acabado de superficie distinto. Los molcajetes y vasijas trípodes con vidriado de plomo para la molienda de alimentos reflejan la fusión tecnológica.

Otros elementos hallados son las figurillas coloniales, elaboradas con las técnicas empleadas antes de la Conquista, pero ahora sin las representaciones de dioses mexicas, sino con imágenes plasmadas de animales domésticos de origen europeo.

La arqueóloga comentó que la porcelana china, traída por la Nao de Manila, la pedían individuos de la clase media alta o de la nobleza novohispana para abastecerse de vajillas muy apreciadas por su belleza decorativa y de alto costo. Las formas identificadas más comunes son platos, platones, tazones con o sin tapa, tazas y frascos.

La mayólica era manufacturada en la península ibérica con motivos fitomorfos, zoomorfos y geométricos. Su producción en la Ciudad de México comenzó a mediados del siglo XVI, como iniciativa de alfareros provenientes de Talavera y Sevilla, con una decoración a base de líneas oblicuas alternadas con diversos motivos.

Asimismo, hay gran concentración de tiestos manufacturados en Puebla y en Jalisco. La mayólica de Puebla tuvo la distribución más extensa en el territorio virreinal, y la cerámica de Tonalá era muy apreciada en España. Destaca una cantidad considerable de lozas típicas de la Ciudad de México y sus alrededores, como la cerámica Cuauhtitlán, caracterizada por una decoración en negro grafito que contrasta con la superficie roja pulida de las vasijas.

Finalmente, las especialistas comentaron que la Nueva España se convirtió en un crisol de identidades, donde la mezcla cultural alcanzó todos los aspectos de la vida cotidiana, como se puede apreciar en esta colección de cerámica.



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