jueves, 20 de agosto de 2015

Descubren el gran Tzompantli de México-Tenochtitlan

- En la estructura rectangular localizada a dos metros de profundidad, se encontró un conjunto de cráneos unidos con argamasa de cal, arena y gravilla de tezontle
- Hasta el momento se han identificado 35 cráneos, pero se cree que podría haber muchos más

En la calle de Guatemala, en el Centro Histórico de la Ciudad de México, se localizó a dos metros de profundidad una plataforma rectangular con una longitud estimada en más de 34 metros, en la que había, en su núcleo, un elemento circular elaborado de cráneos humanos unidos con argamasa de cal, arena y gravilla de tezontle, que ha sido identificado como el gran Tzompantli de México-Tenochitlan por los especialistas del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).

Huellas de postes de madera. Tzompantli. Foto PAU-INAH.
Lo anterior lo dieron a conocer los arqueólogos Eduardo Matos Moctezuma, investigador emérito del INAH; Pedro Francisco Sánchez Nava, coordinador nacional de Arqueología, y Raúl Barrera, director del Programa de Arqueología Urbana, al informar sobre los trabajos realizados en este predio, que iniciaron el 9 de febrero y concluyeron a finales de junio.

Raúl Barrera detalló que, como resultado de las excavaciones en el predio de Guatemala número 24, se encontró una sección de una plataforma con una altura aproximada de 45 centímetros y por lo menos de 13 metros de largo y 6 metros de ancho.

“Es un muro de tezontle con un recubrimiento de estuco y piso de lajas, orientado de norte a sur, que presentaba asociados mandíbulas y fragmentos de cráneos dispersos sobre la plataforma y un elemento circular elaborado de cráneos humanos unidos con argamasa, de los cuales preliminarmente pueden observarse 35, pero consideramos que deben ser muchos más”.

Indicó que, por sus características y sus materiales asociados, el Tzompantli corresponde a la sexta etapa constructiva del Templo Mayor (1486-1502). Otra parte de esta estructura arquitectónica fue destruida en la época colonial por la construcción de un edificio histórico, pero se pueden ver en el piso las huellas de los orificios de los postes o vigas de madera donde se insertaban los cráneos. Tales oquedades oscilan entre 25 y 30 centímetros de diámetro, separadas a una distancia de entre 60 y 80 cm.

La mayoría de los cráneos —algunos con orificios en los parietales pero otros sin esta característica— corresponden a hombres adultos jóvenes, pero también hay algunos de mujeres y de niños. “Hasta el momento se han encontrado 35 cráneos, pero debe haber decenas de ellos asociados a este espacio”.
Especialistas del INAH localizan el Tzompantli. Foto Héctor Montaño, INAH.
El especialista del INAH señaló que muchos de estos cráneos fueron removidos y alterados durante la Conquista, cuando se produjo la destrucción de la ciudad de Tenochtitlan y del Recinto Sagrado.

Asimismo, se encontró una ofrenda asociada a la última etapa constructiva, compuesta por fragmentos de dos o tres piezas de travertino blanco, que fueron matadas de manera ritual. Además de otra ofrenda alterada en época colonial, conformada por 21 cascabeles de cobre y cuentas de piedra verde.

El hallazgo del Tzompantli, dijo el especialista del INAH, coincide con lo señalado en los códices, donde se indica que este elemento era una plataforma de poca altura pero muy impactante por los postes y las vigas de madera donde se insertaban los cráneos.

“Lo importante es que ya se tiene la ubicación precisa del Templo de Ehécatl, el Juego de Pelota y en particular del Tzompantli, citado en las fuentes históricas por los conquistadores, como Hernán Cortés, Bernal Díaz del Castillo y Andrés de Tapia, así como por frailes y cronistas entre los que se encuentran Bernardino de Sahagún, Francisco López de Gómara, José de Acosta y Hernando Alvarado Tezozómoc, entre otros, porque nos están mostrando la estrecha relación que existe entre estos edificios y el Templo Mayor”.

Se localizó una ofrenda con fragmentos de objetos de travertino. Foto PAU-INAH.
Añadió que, ya a principios del siglo XX, Leopoldo Batres había encontrado en la calle de Guatemala algunas esculturas en forma de cabezas de serpiente, un altar con almenas y restos de muros asociados a fragmentos de cráneos humanos, que seguramente eran parte de este Tzompantli. En 1914 Manuel Gamio hizo excavaciones en un predio contiguo encontrando restos que debieron formar parte de esta misma plataforma, y con las obras de construcción del Metro, volvieron a surgir parte de estos muros, pero hasta ahora con las nuevas evidencias es posible afirmar que se trata del gran Tzompantli de México-Tenochtitlan.

Eduardo Matos Moctezuma señaló que fray Bernardino de Sahagún había mencionado la existencia de varios tzompantlis y dos juegos de pelota, y la asociación de estos elementos. “Por su ubicación, creemos que se trata del Huey Tzompantli, es decir, el Tzompantli mayor de Tenochtitlan. Esta estructura tenía un simbolismo específico y muchos de estos cráneos podrían ser de enemigos de los mexicas que eran capturados, sacrificados y decapitados, como una advertencia de su poderío”.

Añadió que con este hallazgo, resultado de los trabajos de investigación del Programa de Arqueología Urbana, se corrobora lo señalado en los códices, como el de Diego Durán, que indicaba la existencia de tzompantlis a los que se describía como basamentos bajos, alargados, en cuya parte superior había postes de madera con los cráneos insertados.

Elemento circular elaborado de cráneos. Foto PAU-INAH.
Pedro Francisco Sánchez Nava dijo que, de acuerdo con la política del INAH, es una prioridad poner en valor estos vestigios, al igual como se hizo hace algunos años en el Centro Cultural de España en México, donde se exhiben los restos del Calmécac. “Por el momento se piensa continuar la exploración y la consolidación de los elementos encontrados y, en el futuro, que este espacio pueda ser visitado por el público”.

El equipo de investigadores participantes, bajo la coordinación de Raúl Barrera Rodríguez y Lorena Vázquez Vallin (como jefa de campo), está integrado por los arqueólogos Sandra Liliana Ramírez Barrera, Ingrid Trejo Rosas, Janette Linares Fuentes, Edgar Pineda Santacruz, Moramay Estrada Vázquez y la antropóloga física Bertha Alicia Flores Hernández. INAH