- La denuncia de daños a la estatua de El Caballito fue el último ejemplo de las batallas del excronista emérito de la Ciudad de México.
- Fue considerado un genio precoz, pues entre los 11 y 14 años fue asesor de arte colonial en Presidencia de la República.
Usar Facebook para denunciar y detener el daño que una errónea intervención provocó a la estatua ecuestre de Carlos IV, conocida popularmente como El Caballito.
Fue el último experimento exitoso de Guillermo Tovar de Teresa en defensa del patrimonio histórico. El cronista emérito de la Ciudad de México, fallecido prematuramente el 10 de noviembre de 2013, cumpliría este sábado 58 años de edad.
Reconocido como genio desde los cinco años de edad, cuando se convirtió en un lector voraz de libros de historia. Saltó del mundo familiar a la vida pública antes de concluir sus estudios de primaria, cuando fue nombrado consejero de arte colonial en Presidencia de la República, después de presentar ante el entonces presidente Gustavo Díaz Ordaz un análisis sobre los daños que había provocado un incendio ocurrido en 1967 en el Altar del Perdón, en la Catedral Metropolitana.
Desde aquella primera opinión y asesoría a las autoridades en defensa del patrimonio histórico no cesó su actividad en espacios públicos. Durante años acostumbraba llamar telefónicamente a los periódicos para denunciar la destrucción o abandono de edificios de alto valor arquitectónico e histórico. En años recientes incursionó en redes sociales para formar comunidades en defensa de inmuebles y muebles específicos.
En el homenaje al historiador, realizado el 7 de agosto en el Museo de la Ciudad de México, Eduardo Vázquez Martín, secretario de Cultura del Distrito Federal, destacó que Tovar de Teresa usó las redes sociales para "denunciar con valor la incuria de nuestros gobernantes y la especulación con el patrimonio, al que defendió en numerosas ocasiones, sin otro interés que el respeto por nuestra historia y cultura".
A lo largo de los meses de septiembre, octubre y noviembre de 2013, el hombre que buscó, consiguió y donó a los museos de la República más de mil documentos históricos de la época colonial, organizó un grupo de reflexión y acción en defensa de la estatua de El Caballito. En el foro de discusión de Facebook llamado El Caballito. Conservación, cobró fuerza la crítica por la intervención errónea de la estatua fundida por Manuel Tolsá y que fue dañada al intentar limpiarla con ácido nítrico.
Polemista reconocido por su cultura e independencia al opinar sobre asuntos de historia y arte, escribió como último comentario en el foro de Facebook sobre El Caballito: "Esta discusión ha tenido como cuestión de fondo el descuido oficial hacia nuestro patrimonio.
"Debemos provocar la existencia de una auténtica política de respeto a nuestros monumentos con una visión urbanística a la altura de la grandeza de nuestra imponente ciudad. Un verdadero giro frente a tanta mediocridad, especulación e ignorancia", añadió en la red social más popular no sólo de México, sino de todo el mundo.
En el mismo homenaje al historiador, realizado el 7 de agosto de 2014, el poeta Homero Aridjis recordó que Guillermo Tovar de Teresa era nombrado El niño Tovar por Fernando Benítez, pionero del periodismo cultural de México. Se le llamaba así porque tuvo una actividad pública muy intensa desde antes de terminar sus estudios de primaria, cuando buscó y comenzó a dialogar y debatir abiertamente temas de arte colonial con el historiador que entonces era el titular de la cátedra de arte colonial en la UNAM, Francisco de la Maza.
Esta amistad y discusiones letradas con el profesor Francisco de la Maza fueron la clave para que se convirtiera en el asesor más joven de la historia de la Presidencia de México.
De acuerdo con el historiador Xavier Guzmán, en un bosquejo biográfico de Guillermo Tovar, la manera como El niño Tovar se convirtió en asesor de la Presidencia fue la siguiente:
"El Altar del Perdón, en la Catedral Metropolitana, se incendió en enero de 1967. Francisco de la Maza no pudiendo asistir a Palacio Nacional a una audiencia con el presidente Gustavo Díaz Ordaz, le solicitó a la señora María Cusi de Escandón que acudiese con Guillermo Tovar para que él le explicase al jefe de la nación la importancia del altar y su rescate. La entrevista resultó tan afortunada que culminó con su nombramiento como asesor para Asuntos de arte colonial", indica Xavier Guzmán.
"Empezaron a llegar a su casa solicitudes muy graves sobre las que debía dar su opinión o hacer alguna autentificación de un óleo, así como unas cartas por demás curiosas del presidente Díaz Ordaz dirigidas al Niño Guillermo Tovar", agrega el biógrafo.
La actividad pública de Guillermo Tovar lo tuvo cerca de la política, pero su actividad se decantó más por la acción desde la sociedad civil. A los 30 años de edad fue nombrado cronista emérito de la Ciudad de México, pero decidió proponer un nuevo mecanismo para registrar la memoria de la capital: un Consejo de la Crónica.
"Cuando fue nombrado cronista de la Ciudad percibió que no era la misma urbe que habían retratado ilustres ancestros suyos, desde Francisco Cervantes de Salazar hasta Salvador Novo, y que esta megalópolis necesitaba una labor colectiva, más democrática, por lo que creó el Consejo de la Crónica, al que invitó a Octavio Paz, Carlos Monsiváis o Miguel León Portilla, por mencionar sólo a algunos", dijo en el Museo de la Ciudad de México el secretario de Cultura del DF, Eduardo Vázquez Martín.
La lista de campañas y esfuerzos de Guillermo Tovar para defender edificios y zonas históricas de la ciudad lo llevaron a hacer numerosas caminatas y búsquedas de recintos y documentos por la capital de la República. Sus esfuerzos se reflejaron en campañas de defensa a colonias como la Roma, Hipódromo Condesa o en barrios centenarios, como La Merced.
Además de sus argumentos, textos y entrevistas difundidos en periódicos y redes sociales, el historiador que el 23 de agosto cumpliría 58 años deja un legado de 39 obras escritas, en 44 volúmenes y una larga lista de documentos históricos recuperados y donados al Archivo General de la Nación y al Museo Nacional de Antropología e Historia, como rastro de un activismo incesante que usó las técnicas de difusión del siglo XX y del siglo XXI.