El 8 de mayo de 1945 se produjo la capitulación incondicional de las fuerzas armadas alemanas. Pero la paz no llegó de inmediato a todas partes. Y muchos alemanes no percibieron aún ese momento como una liberación.
Berlín-Karlshorst, 8 de mayo de 1945, 23:45 Hrs. El mariscal de campo Wilhelm Keitel firma la capitulación incondicional de la Wehrmacht, las fuerzas armadas alemanas. Así lo indica al menos la fecha oficial del acta. En realidad, Keitel estampó su firma en el documento el 9 de mayo, pero se trató solo de una repetición formal de lo que se había sellado en la víspera en Reims. Allí, el coronel general Jodl declaró la “capitulación incondicional de todas las fuerzas armadas de tierra, mar y aire… ante el comandante en jefe de las fuerzas aliadas y al mismo tiempo ante el comando superior de las tropas soviéticas”.
Capitulación militar
Se dice que Stalin presionó para que la ceremonia se repitiera en Berlín, porque no había estado presente ningún alto representante el ejército soviético en Reims. “Eso seguramente jugó un papel, pero más decisivos fueron los reparos de parte británica”, dice Margot Blank, del Museo Germano-Ruso de Berlín-Karlshorst. Recuerda que “al término de la I Guerra Mundial, la cúpula militar alemana no capituló, sino que envió a hacerlo al gobierno civil, para después poder decir que no había sido derrotada en el campo de batalla”. Para evitar algo semejante, se acogió la propuesta de Stalin, estima Blank. La nueva capitulación germana fue firmada por los comandantes de las diversas ramas: Keitel por las fuerzas armadas, Stumpff por la aviación y Von Friedeburg, por la Marina.
Keitel firma el acta de la capitulación alemana.
La firma se efectuó en acuerdo con el presidente del Reich, Karl Dönitz, sucesor oficial de Hitler después de que este se suicidara el 30 de abril. El gobierno de Dönitz, instalado en Flensburgo tras la huida de Berlín, siguió un tiempo formalmente en funciones. “No fue el Reich el que capituló, sino la Wehrmacht”, explica Johannes Hürter, del Instituto de Historia Contemporánea, de Múnich. Solo el 23 de mayo, las fuerzas de ocupación británicas detuvieron a Dönitz y a todos los miembros de su gobierno. Eso ocurrió también a instancias de los estadounidenses, a cuyos oídos habían llegado informaciones de que después del 8 de mayo todavía se ejecutaba a personas condenadas por tribunales militares.
Liberación y miedo
Hasta el 8 de mayo habían sido liberados todos los campos de concentración nazis. Por Alemania “deambulaban millones de personas desplazadas, trabajadores forzados, prisioneros de guerra, ex prisioneros de campos de concentración…”, indica Hürter, agregando: “Había múltiples emociones, sentimientos de liberación, pero también de miedo”. Miedo a la venganza de los triunfadores.
“Muchas personas tenían un sentimiento de culpa y de estar involucrados, y por lo tanto sentían miedo de lo que podría venir después”. Florian Huber describe en su libro “Hijo, prométeme que te matarás”, el mayor suicidio masivo de la historia de Alemania. Allí se documenta que, por ejemplo, entre 700 y 1.000 personas se quitaron la vida en la pequeña ciudad de Demmin, en Pomerania Occidental, que tenía 15.000 habitantes. En Berlín se quintuplicó el número de suicidios el último año de la guerra con respecto a los anteriores.