domingo, 9 de noviembre de 2014

El salto que se convirtió en un grito de libertad

Se cumplen 25 años desde que la noche del jueves 9 de noviembre de 1989 tuvo lugar la tan deseada caída del muro de Berlín. Una frontera que dividía en dos una misma ciudad y que se convirtió en uno de los símbolos más denostados e indignantes de la Guerra Fría.

Muchos fueron los berlineses a los que le toco vivir de manera injusta en el lado oriental de la ciudad, teniendo que someterse a un régimen dictatorial cuyas leyes venían directamente del Kremlin desde que se había dividido Alemania en cuatro partes (Estados Unidos, Reino Unido, Francia y Unión Soviética) tras el fin de la Segunda Guerra Mundial. El trozo que correspondió a la URSS pasó a ser de dominio comunista, apareciendo alambradas que separaba a miembros de una misma familia en dos países y regímenes muy diferentes.

A lo largo de los 28 años en que estuvo en pie el muro de Berlín muchas fueron las ocasiones en las que centenares de ciudadanos hartos de vivir sin libertad bajo un régimen comunista decidieron escapar hacia el lado occidental, muriendo una gran cantidad de ellos en el intento y otros siendo detenidos y severamente juzgados.

[Relacionado: Peter Fechter, el joven que soñaba con ser libre]

El muro de la vergüenza comenzó a ser levantado, sin previo aviso y sin que los ciudadanos tuvieran conocimiento de ello, el 13 de agosto de agosto de 1961.

Conrad Schumann era un joven de 19 años nacido en Dresde y que había pasado la mayor parte de su vida viviendo en la Alemania controlada por los soviéticos. Tan solo llevaba un año trabajando para la policía estatal, un empleo al que accedió tras alistarse al ejército y el cual le garantizaba un salario que llevar cada fin de mes a su casa, pero a pesar de trabajar bajo las órdenes del gobierno de laRepública Democrática Alemana no compartía el feroz recorte de libertades que se sometía a la ciudadanía.

El inicio de las obras del levantamiento del muro fue la gota que colmó el vaso para que tomase una de las decisiones más importantes de su vida: huir al otro lado de la frontera que separaba la ciudad y vivir en un país libre y democrático.

Aprovechando que había sido destinado a vigilar el cruce de las calles Ruppinerstraße con Bernauerstraße, en el que todavía había una alambrada de púas que dividía Berlín en dos, Conrad decidió ponerse en contacto con unos conocidos que trabajaban como policías para la República Federal Alemana. Éstos lo esperarían a escasos metros de su puesto de vigilancia con un coche en marcha y cuando viese el momento preciso saldría corriendo hacia el lado oeste de la ciudad.


Escultura representando el salto de Conrad Schumann en Berlín. El plan de fuga de Conrad contaba con un tercer elemento: el fotógrafo de la agencia Contiepress Peter Leibing, quien se encontraba apostado a unos metros del lugar por donde escaparía el joven soldado y retrataría el histórico momento del escape hacia la libertad.

Todo estaba previsto y Conrad estaba realizando la guardia en el punto que se le había asignado. De repente el joven comenzó a correr y saltó la alambrada al tiempo que soltaba el fusil. Corría rápido y sin mirar atrás. Sabía que tan sólo cien metros lo separaba de su tan ansiada libertad. El coche policial de la RFA estaba en el lugar indicado y con el motor en marcha, llegó hasta él, subió y el auto salió a toda velocidad.

Conrad Schumann acababa de convertirse en el primer desertor oficial de la RDA. Otros ya lo habían hecho antes que él, pero el joven soldado era el primero al que una cámara inmortalizaba haciéndolo y cuya fotografía y filmación del momento quedó como una imagen icónica que representaba la libertad, convirtiéndose en una de las más importantes de toda la Guerra Fría.

Evidentemente Conrad era consciente de que su gesto no solo le llevaría a vivir a un país libre, sino que le reportaría una serie de problemas e inconvenientes. Por un lado sería declarado desertor por las autoridades de la RDA, lo cual supondría que si era apresado y devuelto al lado oriental de Berlín sería juzgado y muy posiblemente condenado a muerte.

También estaba el inconveniente de poner una frontera de por medio entre su familia y él, a los que muy posiblemente no volvería a ver jamás. 

Pero una vez en el lado occidental las cosas no se le presentaron tan fáciles como él creía. Durante un largo tiempo estuvo sometido a todo tipo de investigaciones e interrogatorios para descartar que se trataba de un espía de los comunistas que había montado todo aquel paripé para no levantar sospechas y ganarse la confianza de las autoridades de la RFA.

Le costó varios años poder encontrar un empleo estable y la imagen en la aparecía saltando desde el lado oriental se había convertido en un hándicap para él.

Nunca vivió feliz del todo, debido a que el hecho de poder ser detenido en cualquier momento por algún miembro de la Stasi le acechaba en cada esquina. No fue hasta el histórico 9 de noviembre de 1989 en el que tras ver caer el muro de Berlín comenzó a sentirse realmente libre.

Pero la tensión vivida por Conrad Schumann a lo largo de las últimas décadas había hecho mella en él, padeciendo una profunda depresión que lo llevó a suicidarse en 1998 a la edad de 56 años.

Para la Historia y recuerdo quedan las fotografías y filmaciones del momento en el que decidió escapar y los monumentos que se erigieron como homenaje al que se consideró primer desertor de la RDA.